El Soplo Divino y la Energía Oscura


Desde la más remota antigüedad nos hemos preguntado, qué hay más allá de la tierra y las montañas, de los mares, del planeta, del sistema solar, de la galaxia, del universo, de los multiversos...pero ¿Qué podría haber más allá de la matriz de las matrices?.
Si la madre es la matriz más allá de ella solo podríamos encontrar al padre, y si la fuerza de nuestra imaginación y raciocinio nos condujera más allá de la malla de la creación, efectivamente nos encontraríamos por un lado con la Energía Oscura y por el otro con el Soplo Divino, unidos en un gran acontecimiento; ese acontecimiento que es la vida.


El Soplo Divino y la Energía Oscura

Es interesante notar que, según el modelo estándar de la cosmología, alrededor del 70% del contenido energético del espacio consiste en Energía Oscura y que el 30% restante contiene una gran porción de materia oscura (25%), además de gases (hidrógeno y helio), estrellas, neutrinos y elementos pesados (5%). Ciertamente esta proporción nos recuerda la distribución del “contenido energético” de nuestro planeta tierra y nuestro cuerpo; como una representación exacta, en lo infinitamente pequeño, de las inmensidades cósmicas: 70% de agua (espacio) y 30% de tierra (materia).

Si bien es cierto que este modelo estático del cosmos nos da una visión fotográfica concreta y proporcional de lo no manifestado y la manifestación, todavía nos falta explorar esta imagen desde el movimiento; desde el cinetismo que genera el impulso de vida. Recrearemos los comienzos de la creación tomando como base el principio de la Triunidad desde la Horizontalidad y la Verticalidad para unir lo abstracto a lo concreto y sintetizar este conocimiento desde el sentido común y la dialéctica que une al símbolo con la realidad.

Imaginemos al Soplo Divino como una fuerza activa en movimiento que con su ímpetu de presión positiva sobre las inmensidades infinitas de la Energía Oscura, empuja y obliga a ésta a replegarse generando una presión negativa sobre sí misma que actúa densificando su substancia. Esta densificación paulatina, que responde a un efecto de repulsión gravitacional, va transformando la Energía Oscura en materia oscura, como resistencia al Soplo Divino, para producir el recipiente…el gran vientre que con materia oscura fría recubre el útero multiversal y que posteriormente será materia oscura caliente en el borde o filamento de las fluctuaciones cuánticas de la creación.
Recordemos que la Energía Oscura puede convertirse en materia oscura cuando es golpeada por partículas bariónicas y que la materia bariónica forma todo lo que nos rodea y podemos ver, incluidos nosotros mismos.

Justamente en este borde o filamento que separa las polaridades (Soplo Divino como elemento activo representando el número uno y Energía Oscura como elemento pasivo representando el número dos) se generan los mundos como síntesis universal; como elemento neutro que corresponde a la manifestación. Es interesante ver cómo este elemento neutro de la creación corresponde al número tres y al triángulo equilátero, como el primer polígono regular atribuido a la primera letra de los alfabetos sagrados.

A partir de esta gran colisión cósmica de polaridades y la creación como elemento neutro de equilibrio en movimiento, empieza la evolución espacio - temporal del universo que nos lleva directamente al siguiente paso de nuestra descripción: el cuaternario sagrado. Después del tres vamos al cuatro y desde esta perspectiva el cuatro, como cruz cósmica, contiene las tensiones equilibradas que permiten el movimiento constante e incesante hacia la evolución eternal; hacia los cielos sin fin…

Imaginemos la línea vertical de la cruz con dos extremos de polaridad positiva y la línea horizontal con dos extremos de polaridad negativa en un constante juego de atracción - repulsión; una interacción tensionante por sus relaciones angulares de 180° y 90°, como lo vimos en mi composición musical indeterminada Experimento, que tienen como inevitable consecuencia el movimiento perpetuo; la cruz en movimiento…el círculo proyectado en espiral. Es la matesis, en la dialéctica renovada (tesis, antítesis, síntesis…matesis), que completa el nombre de Dios (Yod He VawHe) como testimonio del milagro de la arquitectura cósmica y que reconocemos como el recuerdo antiguo de las cuatro palabras del axioma a realizar: Saber, Querer, Osar y Callar.

Muy sabiamente plasmaba Pitágoras en sus versos áureos dicha tensión necesaria que genera el divino movimiento para la evolución de todos los seres en todos los planos: “De los sufrimientos que caben a los mortales por divino designio, la parte que a ti corresponde, sopórtala sin indignación; pero es legítimo que le busques remedio en la medida de tus fuerzas; porque no son tantas las desgracias que caen sobre los hombres buenos.”

Y así mismo, como hemos visto reproducido en lo infinitamente grande la imagen cinética de los comienzos, podemos ver cómo el número uno con su forma fálica (1), representando al hombre, la emanación y el Soplo Divino, es atraído fuertemente por el número dos con su forma ventral (2), representando la mujer, la recepción y ese gran vientre maternal constituido por la energía y la materia oscura, para fecundar y gestar al hijo/a como forma y creación constante; los multiversos que por gracia divina se equilibran en armonía celeste y terrestre para permitir la vida, la forma y el pensamiento en su evolución.

Para finalizar siento el llamado de reproducir las palabras de Serge Raynaud para comprender mejor nuestro papel y nuestra responsabilidad con nuestro vehículo (cuerpo, planeta tierra, sistema solar, vía láctea, etc.) y responder a las incógnitas naturales que brotan de dicha comprensión: ¿Es necesario destruirnos ante las tensiones de la vida que se nos han brindado por designio divino como bendición para la evolución?, ¿Algún día todos podremos cargar y soportar conscientemente la cruz para la transmutación de las fuerzas cósmicas y nuestra consecuente evolución?

“Es perfectamente lógico que quien persigue una existencia material inclinándose sobre el plano físico, se coloca en disonancia con el espíritu de la naturaleza, en oposición con el alma de la evolución colectiva. La Responsabilidad es, pues, grande, porque el hombre que no vive en función de las energías superiores entraba la armonía universal y se torna culpable de los males de que se aflige la Humanidad. Por el contrario, si, mediante su ritmo personal, el ser humano eleva sus pensamientos hasta las Potencias Directrices del Universo, vibra al unísono de estas fuerzas y, en una comunión constante con el ritmo superior de ellas, participa en la emisión de estas Ondas Poderosas, que, mediante su magnetismo, conducen al mundo a un destino superior.
Esperamos que estas líneas contribuyan al nacimiento de una mejor concepción; que un pensamiento más elevado se revele a todos los espíritus; que sea sentida la presencia del alma rectora del Universo: el Sublime Pensamiento de Dios.”

- Raynaud, S. (1972). Los Grandes Mensajes (pp. 429 y 430). Editorial Diana Mexico.

Paul Sánchez Salcedo

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